miércoles, 18 de abril de 2012

ESTUDIO CYRANO III, SAVINIEN DE CYRANO, SEÑOR DE BERGERAC.


                                               Nariz, nariz, e nariz,
                                                         Nariz, que nunca se acaba;
                                                         Nariz, que se ele desaba,
                                                         Fará o mundo infeliz;
                                                         Nariz, que Newton não quis
                                                         Descrever-lhe a diagonal;
                                                         Nariz de massa infernal,
                                                         Que, se o cálculo não erra,
                                                         Posto entre o Sol e a Terra,
                                                         Faria eclipse total! 

                                                                                          (Manuel María Barbosa du Bocage)

Este epigrama portugués podría referirse al narigudo Cyrano de Bergerac tanto como el «Érase un hombre a una nariz pegado», de Quevedo, si la cronología lo permitiera, porque Savinien de Cyrano de Bergerac, nacido en 1619, difícilmente habría podido ver su apéndice nasal cantado por los autores de estos dos epigramas.

Savinien de Cyrano
Savinien de Cyrano, señor de Bergerac, nació realmente en París, en la esquina de la calle des Deux-Ecus, y no en Bergerac, como quiere la obra de Rostand. La tierra de Bergerac, en Seine-et-Oise, había sido adquirida por su padre, enriquecido en negocios de pescadería, para erigirla en señorío y entrar en la pequeña nobleza provincial francesa. Esa tierra forma parte actualmente del patrimonio Dampierre.

El joven Cyrano se lanzó en seguida a una vida de parranda, juegos y pendencias, hasta que su padre le racionó el dinero y tuvo que entrar en el ejército; recibió varias heridas, la última en el sitio de Arrás, contra los españoles, y hubo de dejar la carrera de las armas y dedicarse al estudio de la filosofía con el filósofo y matemático provenzal Pierre Gassendi, crítico de Descartes y seguidor de Epicuro, cuya teoría atómica trató de reavivar. Parece ser que Moliere fue también discípulo de Gassendi, lo que explicaría ciertos problemas literarios que mencionaremos más adelante.

Muy mellada por sus dispendios la fortuna de su padre, y enfermo de sífilis, Cyrano, a partir de 1645, se dedicó a escribir, y en 1649 se vendió políticamente al cardenal Mazarino, árbitro entonces de Francia.


Estatua en honor a Cyrano, en Bergerac.
Cyrano era habilísimo espadachín, lo que hacía muy peligroso burlarse de su grotesco apéndice nasal, cruz sin remedio de toda su vida. Tanto temor llegó a inspirar que sólo algún provinciano recién llegado a París osaba poner cara de asombro al verle acercarse nariz en ristre. Así y todo, Cyrano salía casi a duelo diario, uno de ellos con el famoso mono Fagotin (sic), al que mató por pensar que se había disfrazado de narigudo para mofarse de él. Fagotin, de fagoter, -vestir mal-, era propiedad del entonces célebre saltimbanqui Brioché, y Moliere y La Fontaine le mencionan. Este extraño duelo tuvo lugar en el Teatro de Marionetas de Brioché, en el número 1 de la calle de Guénégaud.

Su nariz, agresivamente fálica, era una especie de retorcido anuncio de la homosexualidad de su dueño, que, en la obra de Rostand, y probablemente sin que su autor se diese cuenta de ello, se refleja en la ambigüedad erótica con que Cyrano corteja a Roxana a través del enamorado, y luego marido de ésta, barón Christian de Neuvillette, de tal modo que en realidad es éste quien recibe ese amor y lo pasa a la damisela.        (esto lo discutiremos!)

Cyrano fue libertino, librepensador y ateo, muy distinto del que pinta Rostand. Materialista y muy poco romántico, chapucero y superficialmente ingenioso; muy osado en sus actitudes e ideas, por ejemplo sobre el otro mundo, y en su tendencia a poner en duda las ideas vigentes. Su tragedia La Mort d'Agrippine, estrenada en el teatro del Hôtel de Bourgogne, uno de los tres teatros del París de entonces y escena del primer acto de CYRANO DE BERGERAC, causó un enorme escándalo por causa de un verso peligrosamente blasfemo. Muy libre de actos e ideas, su misma venalidad, muy criticada después, fue probablemente una expresión suprema de esta tendencia suya a la libertad.

Cyrano fue siempre marginal, y, en parte, también, marginado. Nunca gozó de gloria, y después de muerto su público fue más bien restringido. Sólo su grotesca apariencia: un hombre a una nariz pegado, despertaba comentarios por doquier y le distinguió realmente de la plebe literaria de su tiempo.

Estudioso y original, con dotes de poeta, Cyrano es autor de relatos fantásticos y obras satíricas y libertinas, algunas difíciles de encontrar actualmente en Francia.
Entre ellas destacan la ya mencionada tragedia La Mort d'Agrippine (1653), en la que Cyrano dio rienda suelta a las tendencias librepensadoras de su tiempo, y la comedia Le Pédant Joué (El Pedagogo Chasqueado, 1654), de la que Moliere utilizó algunas frases en la escena séptima del acto segundo de su comedia Les Fourberies de Scapin.


-Retrato al oleo de Jose Ferrer como Cyrano-
En Le Pédant Joué, el lacayo del joven escolar acaba de comunicar al pedagogo Grangier que su hijo ha sido secuestrado por los turcos cuando cruzaba el Sena para ir de la puerta de Nesle al muelle de la escuela, que actualmente es el Quai du Louvre. Grangier, personaje que está tomado del director del colegio de Beauvais, donde había estudiado Cyrano, colegio cuya capilla existe todavía en el número 9 de la calle de Jean-de-Beauvais, grita cuatro veces: «Que diable aller faire aussi dans la galére d'un ture?»; y, para pagar el rescate, encarga a continuación al lacayo: «Va prendre dans mes armoires ce pour- point découpé que quitta feu mon pére l'année du grand hiver.»

En la obra de Moliere se repite seis veces la frase: «Que diable allait-il faire dans cette galére?», y luego, en la misma escena, y en idéntico contexto: «Tu iras prendre toutes les hardes qui sont dans cette grande manne, e tu les vendrás au fripiers pour aller racheter mon fils.»

Esta evidente imitación de Moliere podría ser un homenaje de éste a un hombre de su generación muerto prematuramente dejando una obra algo escandalosa y notoria que Moliere, nacido en 1622, debía apreciar. Moliere pudo haber conocido a Cyrano entre los discípulos y asiduos de Gassendi, aunque el único testigo que afirma esto es poco fiable. En el último acto del CYRANO de Rostand se evoca a Moliere, en justa reciprocidad.

También puede ser un eco de la muerte de Cyrano el que Moliere haga morir a Scapin del golpe de un martillo que le cae en la cabeza desde lo alto de un edificio en construcción. Lo que mató a Cyrano fue una viga, y no es seguro que fuese un accidente.

Savinien de Cyrano
Cyrano es también autor de dos curiosas obras de ciencia ficción tituladas Histoire Comique des États et Empires de la Lune e Histoire Comique des États et Empires du Soleil, publicadas después de su muerte, respectivamente en 1656 y 1661, de las que hay edición española (la Colección Universal, Espasa-Calpe). En ellas se describen los habitantes y las instituciones de la Luna y el Sol, lo que da pie a Cyrano para hacer sátira política y social.

En el CYRANO DE BERGERAC, de Rostand, Cyrano entretiene al conde de Guiche con historias de viajero estelar, y en un momento de la obra parece citar a Torquato Tasso al decir que en la Luna encontrará a personajes famosos de la antigüedad; sabido es que en el poema de Tasso se afirma que en la Luna está almacenado todo cuando se olvida o se pierde en la Tierra.

Savinien de Cyrano, señor de Bergerac, murió cristianamente, como consecuencia del accidente o atentado referido, el 28 de julio de 1655, en el convento parisino de las Filles-de-la-Croix, cuya priora, Cathérine de Cyrano, era prima suya, y fue enterrado en la capilla. Este convento estaba donde está ahora el número 98 de la “calle de Charonne”.

En 1906, cuando fue demolido el edificio, se buscaron en vano en el antiguo cementerio los restos de Cyrano de Bergerac.

Edmond Rostand recrea bien el ambiente del convento: «El parque de las damas de la cruz se extiende, vasto y umbrío... Avenidas de castaños llegan hasta la capilla, donde se vislumbran, entre las ramas, más lejos, prados y largas avenidas, bosquecillos, las profundidades del parque.»





Fuentes: 
http://es.wikipedia.org
Prologo de Jesús Pardo para la edición del Centenario de Ed.Espasa.


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